domingo, 5 de julio de 2009

LOS TALIBANES LINGÜÍSTICOS

Después de aprobarse la famosa LEC con los votos en contra de los diputados del PP, C´s y ICV el, hasta ahora, representante de ciudadanos Antonio Robles ha declarado:
“Sólo servirá para educar el espíritu nacional de los talibanes lingüísticos y despojar de derechos a muchos catalanes”.
Hay que reconocer que el señor Robles, nefasto político para ese pequeño partido en fase de descomposición tan familiar a todos nosotros, ha tenido siempre en el parlament una voz clara y nítida contraria al régimen nacionalista que agobia y oprime, con modos suaves y gestos democráticos, a gran parte de los habitantes del oasis.


Para un número significativo de catalanes la presencia en el parlamento de Cataluña de diputados que digan lo que dice Robles, en castellano, claro, nítido y fuerte, es tan necesaria como el aire que permite realizar las funciones vitales de la respiración aerobia a los seres vivos.
No, no nos sirve el PP, ni algunas aisladas buenas voluntades del PSOE, ni siquiera buenos y solidarios españoles que vivan por ejemplo en Cuenca o Argamasilla de Calatrava. El problema lo tenemos aquí, cada día, con la Ley de educación con la lengua, con…..esa tenaza que lenta y constante aprieta poco a poco sobre los derechos y libertades de los ciudadanos no afines al proyecto madre del nacionalismo cuatribarrado.
Llega un momento, comprensible sólo si se vive en la certeza de lo que realmente está ocurriendo, que a uno no le importa que el diputado o diputados que le representa, sean de derechas, izquierdas, centro, o de la Santa Inquisición. Con tal de que defienda las ideas políticas y derechos claros que se conculcan sistemáticamente en el oasis. Vamos, políticos antinacionalistas declarados. Nada de ambigüedades no- nacionalistas ni eufemismos por el estilo. Antinacionalistas, puros y duros, que conozcan vivan y sufran el problema en sus propias carnes.


Pero el tema va de talibanes, y, a ello nos vamos a aplicar:
El lingüista Joan Solà pide en el parlanment una defensa firme del catalán. Se trata de la primera personalidad invitada a intervenir en el pleno, el último Premi d`Honor de les Lletres Catalanes. Durante veinte minutos en la tribuna de oradores “trazó una cruda radiografía de la situación actual de la lengua catalana”. Lengua según el eminente profesor: “degradada, subordinada políticamente, incansablemente y de mil maneras atacada por los poderes mediáticos, visceralmente rechazada por los otros pueblos de España”. ¡Ahí queda eso!
Porque “esta lengua no puede ni quiere sentirse ni un minuto más inferior a ninguna otra”. El docto doctor Solá dibujó un panorama muy sombrío sobre el catalán. La lengua propia de Cataluña no goza de buena salud ni política ni social ni filológica. Política porque al pactar la Constitución se aceptó que quedara en situación de inferioridad respecto al castellano, social porque ha ido perdiendo terreno también frente al castellano, y filológica por la degradación alarmante de todas sus estructuras. “Somos una comunidad lingüísticamente enferma desde hace muchos años”. Para reconducir la situación y lograr que el catalán sea “una lengua útil y necesaria debemos estar dispuestos a llegar hasta donde sea preciso para preservar nuestra personalidad”.
Los diputados aplaudieron de pie (no se menciona si brazo en alto) largamente, al eminente profesor, a excepción de los del PP, que no aplaudieron ni se levantaron de sus asientos, y de los tres de C´s que muy valientemente abandonaron la sala antes de producirse la intervención del insigne invitado.


Hace unos días el diario Público hizo una amplia entrevista a Joan Solà, este periódico siempre en la línea zapateril y en la defensa del nacional socialismo cuatribarrado. En ella el profesor dice entre otras cosas: “La asimilación al castellano puede convertir al catalán en una sub lengua, somos un pueblo que vive enfermo, y de ahí esa sensación de gran interés por la lengua”.
“Sólo recuperando la autoestima como pueblo y como entidad política, del nivel que sea, pero sin estar subordinado a nadie te sentirás más fuerte para defender tu lengua.”
¿Entonces la única solución es tener un Estado Propio? (pregunta del periodista)
“Yo no digo eso. Digo que la única manera de salvar la lengua es tener una concepción política de este país no subordinada. ¿Cómo debe ser? El ideal evidentemente es la independencia, pero podría haber una fórmula intermedia tan digna como esa. Como pasa en Suiza, Canadá o Bélgica.”


¿Quién es Joan Solà?.
Para tener una idea equilibrada del profesor Solà , sin que se me pueda tachar de tendencioso, reproduzco aquí un artículo del escritor y periodista Antoni Puigverd catalanista moderado , persona inteligente y sensible, sobre Joan Solà:

"Elogio crítico de Joan Solà
Aplaudirle como gramático portentoso no implica divinizar su discurso romántico
Joan Solà, flamante Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, es un gramático portentoso, un lingüista formidable. De formación grecolatina, complementada en lingüística general en Gran Bretaña, ha dedicado su fértil vida al estudio de la lengua catalana, especialmente en su vertiente sintáctica.
Catedrático de la UB (1983) y profesor visitante en muchas universidades extranjeras, Joan Solà es un verdadero sabio: ha renovado el legado de los dos pilares de la filología catalana: Pompeu Fabra y Joan Coromines. Tal renovación ha sido posible porque es el máximo exponente entre nosotros del generativismo, teoría lingüística que de la mano, entre otros, de Noam Chomsky, ha revolucionado los estudios gramaticales en todo el mundo.
Rigurosamente cosmopolita, pues, y fervorosamente local, Solà ha escrito una gran cantidad de estudios gramaticales entre los que destaca la monumental Gramàtica del català contemporani, en tres volúmenes, para la que contó con más de 50 colaboradores, a los codirigió con Maria Rosa Lloret, Joan Mascaró i Manuel Pérez Saldanya. Miembro relevante del Institut d'Estudis Catalans (IEC), ha redactado la parte sintáctica de la nueva gramática normativa, de próxima aparición. Es el eslabón contemporáneo de la excelente cadena de lingüistas que han formalizado el catalán moderno: Alcover, Fabra, Corominas, Moll, Sanchis Guarner, Badia.

Solà no se ha encerrado en la torre de marfil académico. Ha redactado libros de estilo para medios de comunicación, ha inspirado manuales de divulgación y tratados de puntuación y ortotipografía. Sus impagables columnas en el diario Avui, que cumplen ya 20 años, son verdaderas chocolatinas de sabiduría lingüística: con la excusa de paseos, lecturas u observaciones, da rienda suelta a su portentosa inteligencia, pero también a sus sentimientos patrióticos, que a veces se confunden con sus oceánicos conocimientos. No tengo la suerte de conocer personalmente al profesor Solà, cuya sapiencia intelectual y lingüística admiro, aplaudo y agradezco con todas mis fuerzas.
Celebro que le hayan concedido el Premi d'Honor. Pero, de la misma manera que la admiración por el lingüista Chomsky no debe implicar aceptación de su discutible visión del mundo, mi admiración por el lingüista Joan Solà no me impulsa a divinizar sus planteamientos sociolingüísticos, que, con todos mis respetos, me parecen más emocionales que intelectuales.
Solà tiene una visión herderiana, romántica, de la lengua, y con frecuencia avisa de su próxima defunción si no se rompe la dependencia política del Estado español, cuya legalidad impide jerarquizar a la lengua catalana en sus territorios históricos por encima de la oficial española. Solà parte de una afirmación acuñada en tiempos de la Renaixença: "Llengua = pàtria". Una afirmación que sitúa, de facto, el futuro del catalán ante el desastre, pues, como es notorio, la sociedad catalana está hoy –como ha estado siempre en su historia contemporánea– muy lejos de apoyar una solución soberana.

El independentismo tiene predicamento, pero no es hegemónico, y su hipotético desarrollo, o se hace a costa del abandono de las tesis del monolingüismo, como hizo el independentismo irlandés (y como sugieren en voz baja algunos políticos de CiU y ERC), o, en el supuesto de progresar, acabará suscitando un movimiento antagónico. La división sería fatal para Catalunya y hundiría la lengua más débil.

Es natural que algunos deseen encontrar monolingüismo allí donde existe el plurilingüismo. En realidad lo desean unos y otros (un año atrás polemizaba en estas páginas con los intelectuales que confunden lengua mayoritaria con lengua común y que pretenden justificar la subordinación del catalán argumentando una supuesta superioridad cultural, social y hasta democrática del castellano). Pero la sociedad catalana es como es, desde hace un siglo. En lugar de repetir el manifiesto de Els Marges hasta la saciedad, ¿no es hora ya de deslindar los fundamentos románticos de las posiciones lingüísticas? ¿No es hora ya de abandonar la idealización del Noucentisme que impide reconocer las contradicciones que anidaban en la Catalunya de 1909? ¿Acaso no existió la Setmana Tràgica? ¿Acaso las matanzas catalanas en tiempos de la guerra las provocaron agentes externos? ¿A una inteligencia como la de Solà no le tienta estudiar una vía nueva que no nos obligue a escoger entre hecatombe y asimilación? ¿No le tienta aceptar el principio de una realidad catalana en irreversible mezcla identitaria, política y cultural? ¿No le tienta encontrar fórmulas para mantener a flote nuestros dos grandes tesoros: la concordia civil y la pluralidad cultural?"

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