jueves, 12 de febrero de 2009

Patriota cuatribarrado


Patriota cuatribarrado.



El Gran Honorable escribe en su blog (3-2-09) lo que sigue a continuación:

“ Durante los siglos medievales de esplendor, Catalunya no fue un pequeño país en un rincón de mundo, fue una potencia europea. Lo fue el Reino de Aragón, pero con Catalunya como motor político, económico e incluso ideológico. Con proyección y peso en todo el Mediterráneo, enfrentada con Francia y a menudo con el Papado que solía ser pro francés, y relacionada con toda Europa. Siempre, eso sí, con una peligrosa presión castellana encima.

Pasada la etapa de esplendor, todas nuestras guerras en defensa de nuestro poder político y económico tienen un fuerte componente europeo. Lo tiene la guerra contra Joan II, a finales del siglo XV (con un componente de guerra civil por la cuestión remença), lo tiene la guerra de 1640 y lo tiene, más que ninguna, la de 1705-1714, en la cual Catalunya es una pieza en el tablero de ajedrez europeo, pero es también un actor de política europea muy activo.

Este componente europeo en aquellas tres guerras, y muy especialmente en la de Sucesión, no fue sólo táctico o fruto de la necesidad de encontrar aliados. Fue también de elección de modelo político, social y económico. En todas tres, aunque más débilmente en la guerra contra Joan II, los catalanes tuvieron las provincias unidas de los Países Bajos –es decir, Holanda– como referente. Un referente del seno europeo opuesto a la mentalidad castellana –de hecho la de la monarquía española– ya situada política e ideológicamente en la periferia europea.

Esto explica la opción catalana a favor no tanto del pretendiente austríaco frente al francés, como del modelo angloholandés de carácter mercantil y productivo combinado con el austríaco poco centralista y respetuoso de las nacionalidades frente al modelo francés políticamente muy centralista y económicamente muy colbertiano, es decir, muy dirigista.”



Tan lucido como siempre el Gran Honorable plantea los principales hechos históricos y motivos diversos que endulzan y relajan la convivencia entre todos los españoles, acentuando esos pequeños detalles, tres guerras lejanas, habla de la cuestión remença (el pago en concepto de rescate que los payeses tenían que pagar a su señor para abandonar la tierra. La guerra de los remençes o revueltas de remençes fue un conjunto de movimientos revolucionarios que protagonizó la payesía durante la segunda mitad del siglo XV en la llamada Catalunya Vieja para reivindicar la abolición de los “Mals usos” un conjunto de gravámenes , servidumbres y subordinaciones humillantes frente a su señor). De la guerra dels segadors (de los segadores) 1640-1659 (Los hechos del corpus de sangre 1640 desencadenados por el amotinamiento de un grupo de segadores 400 a 500 que entraron en Barcelona y que conduciría a la muerte del conde de Santa Coloma virrey de cataluña). De la guerra de Sucesión española en su versión catalana 1705-1714. Y, probablemente se ha olvidado de la mal llamada guerra civil española, último episodio de las guerras de independencia de Catalunya, su verdadero nombre, por tratarse de un hecho relativamente reciente o por falta de espacio. Lo que debe quedar muy claro es que todas estas guerras lo han sido por el logro de una Catalunya rica y plena. En todo su escrito el Gran Honorable refleja que cualquier coincidencia con Francia o España, Estados opresores, sólo puede ser fruto de la casualidad, nuestros conceptos económicos, políticos, organizativos siempre han sido diferentes y mucho mejor elaborados. Por ejemplo Colbert ministro de Luis XIV que optó por el camino de emprender el desarrollo de la economía francesa a partir de la formación de una gran administración pública con el propósito de alcanzar la prosperidad del país por medio de la industrialización del reino. Esa política tuvo un gran éxito en su tiempo y, consecuentemente creó una verdadera escuela o modelo francés de encarar los requerimientos del progreso nacional. Pero indudablemente ni punto de comparación con nuestro modelo autóctono cuatribarrado. Quinientos años de convivencia con los españoles nos han aportado solamente disgustos y retraso en nuestro proyecto de socialismo nacional, ( me gusta más nacional socialismo).




Algunas de sus reflexiones más recientes llevan, como siempre, el sello pujolista quejoso y patriotero a que nos tiene acostrumbrados, la letanía de siempre. “Catalunya no se puede rendir debe reaccionar”, “Respeto para Catalunya”, “Hacer valer el decoro, una virtud que los catalanes todavía mantenemos” “ Los grandes partidos políticos españoles no han respetado Catalunya ni ahora ni durante los últimos cuatro años (curiosamente los mismos que él no ha gobernado), nos han golpeado por todos lados, mientras que nosotros poníamos el acento en temas como el respeto y la dignidad”


Entiendo que las fantasías, sentencias, diatribas, manías y ese carácter intimo exaltado de Don Rigoberto (el protagonista de los cuadernos del mismo nombre) puede escandalizar a más de uno/a. Sin embargo, hay discursos de Don Rigoberto con los que identificarse casi plenamente puede representar una liberación divertida y positiva hacia otros horizontes, de amplitud mental incomparable, abandonando el camino estrecho y trillado del patriotismo cutre y localista que machaca a nuestras pobres neuronas n-veces cada día, incluidos festivos y fines de semana. Seguidamente, con el permiso de Vargas Llosa, se reproduce uno de los brillantes soliloquios de Don Rigoberto mezclado desordenadamente con el mío propio.

“Patria, palabra triste, como termómetro o ascensor”

Si usted señor, señora, detesta la mortífera sentencia del Doctor Johnson ( Samuel Johnson 1709-1784 una de las figuras literarias más importantes de Inglaterra) “Patriotism is the last refuge of a scoundrel” ( el patriotismo es el último refugio de un canalla) y en cambio ve normal y hasta emocionante las heroicas cargas de caballería, espadas que se incrustan en pechos de uniformes enemigos, toques de clarín, disparos y cañonazos. Usted pertenece, según todas las apariencias, al conglomerado de machos y hembras que miran con respeto las estatuas de esos prohombres que adornan las plazas públicas y deploran que las caguen las palomas, y es capaz de madrugar y esperar horas para no perderse un buen sitio en el parque de la Ciudadela en el desfile anual de los Mossos d`Esquadra , espectáculo que le suscita apreciaciones en las que chisporrotean las palabras marcial, patriótico y viril. Señor, señora: en usted hay agazapada una fiera rabiosa que constituye un peligro para la humanidad.

Usted es un lastre viviente que arrastra la civilización desde los tiempos del caníbal tatuado, perforado y de estuche fálico, el mágico prerracional que zapateaba para atraer la lluvia y manducaba el corazón de su adversario a fin de robarle la fuerza. En verdad, detrás de sus arengas estandartes y banderas en exaltación de ese pedazo de geografía mancillada por hitos y demarcaciones arbitrarias, comarcas, veguerías y demás zarandajas político- electorales, en las que usted ve personificada una forma superior de la historia y de la metafísica social, no hay otra cosa que la astuta actualización del antiquísimo miedo primitivo a independizarse de la tribu, a dejar de ser masa, parte, y convertirse en individuo, añoranza de aquel antecesor para el que el mundo comenzaba y terminaba dentro de los confines de lo desconocido, el claro del bosque, la caverna oscura, la meseta empinada, ese enclave pequeñito donde compartir la lengua, la magia, la confusión, los usos, y sobretodo la ignorancia y los miedos de su grupo, le daba valor y lo hacía sentirse protegido contra el trueno, el rayo, la fiera, y las otras tribus del planeta.

Aunque, desde aquellos remotos tiempos, hayan transcurrido siglos y se crea usted, porque lleva traje y corbata o falda de tubo, muy superior a ese ancestro de taparrabos de corteza de tronco y labio y nariz de colgantes prendedores, usted es él y ella es usted. El cordón umbilical que los enlaza a través de siglos se llama pavor a lo desconocido, odio a lo distinto, rechazo a la aventura, pánico a la libertad y a la responsabilidad de inventarse cada día, vocación de servidumbre a la rutina, a lo gregario, rechazo a descolectivizarse para no tener que afrontar el desafío cotidiano que es la soberanía individual. En aquellos tiempos, el indefenso comedor de carne humana, sumido en una ignorancia metafísica y física ante lo que ocurría y lo rodeaba, tenía cierta justificación de negarse a ser independiente, creativo y libre; en estos , en que se sabe ya todo lo que hay que saber y algo más, no hay razón valida para empeñarse en ser un esclavo y un irracional. Este juicio le parecerá severo, extremado, ante lo que para usted no es sino un virtuoso e idealista sentimiento de solidaridad y amor con el terruño y los recuerdos (“la tierra y los muertos”, según algún descerebrado intelectualoide francés,), ese marco de referencias ambientales y culturales sin el cual un ser humano se siente vacío. Yo le aseguro que ésa es una cara de la moneda patriótica; la otra, el envés de la exaltación de lo propio, es la denigración de lo ajeno, la voluntad de humillar y derrotar a los demás, a los que son diferentes de usted porque tienen otro color de piel, otra lengua, otro dios y hasta otra indumentaria y otra dieta.


El patriotismo, que, en realidad, parece una forma benevolente del nacionalismo, pues la patria parece ser más antigua, congénita y respetable que la nación, es una peligrosa pero efectiva coartada para las guerras que han diezmado el planeta no sé cuantas veces, para las pulsiones despóticas que han consagrado el dominio del fuerte sobre el débil y una cortina de humo igualitarista cuyas deletéreas nubes indiferencian a los seres humanos y los clonizan, imponiéndoles, como esencial e irremediable, el más accidental de los denominadores comunes: el lugar de nacimiento. Detrás del patriotismo y del nacionalismo llamea siempre la maligna ficción colectivista de la identidad, alambrada ontológica que pretende aglutinar, en fraternidad irredimible e inconfundible, a los catalanes, los vascos, los gallegos, los españoles...etc. Usted y yo sabemos que esas categorías son otras tantas abyectas mentiras que echan un manto de olvido sobre diversidades e incompatibilidades múltiples y pretenden abolir siglos de historia y retroceder a la civilización a esos bárbaros tiempos anteriores a la creación de la individualidad, quiero decir de la racionalidad y la libertad: tres conceptos inseparables, entérese. Mi individualismo no me lleva, claro está, a hacer el elogio del soliloquio sexual como la forma más perfecta del placer; en este campo, me inclino por los diálogos de a dos o, máximo de a tres, y, por supuesto, me declaro encarnizado enemigo del promiscuo “partouze” (orgía ) , que es, en el espacio de la cama y el fornicio, el equivalente del colectivismo político y social. A menos de que el monólogo sexual se practique en compañía , en cuyo caso se convierte en barroquísimo diálogo, como se ilustra en esa pequeña acuarela y carboncillo de Picasso (museo de Barcelona) en la que el señor Ángel Fernández Soto, vestido y fumando una pipa, y su distinguida esposa, desnuda pero con medias y zapatos, tomando una copa de champaña y sentada en las rodillas de su cónyuge, se masturban recíprocamente, cuadro que para mi gusto considero superior al Guernica y Les demoiselles d`Avignom.


Ya sé que usted señor patriota, señora patriota, odia el contenido de la palabra civilización, ese torbellino demoledor de fronteras, de costumbres pintorescas, de color local, de diferencias provinciales y espíritu campaneril. Es su derecho .También lo es, mío, amarla y defenderla contra viento y marea, aun a sabiendas de que el combate es difícil y que puedo hallarme, los signos son múltiples, en el bando de los derrotados. No importa. Esa es la única forma de heroísmo que nos está permitida a los enemigos del heroísmo obligatorio: morir firmando con nombre y apellidos propios, tener una muerte personal.
Sépalo de una vez por todas y horrorícese: la única patria que reverencio es la cama que holla mi amada, Lucrecia (Tu luz, alta señora/Venza esta ciega noche mía, fray Luis de León dixit) y, su cuerpo soberbio, la única bandera o enseña patria capaz de arrastrarme a los más temerarios combates, y el único himno que me conturba hasta el sollozo son los ruidos que esa carne amada emite, su voz, su risa, su llanto, sus suspiros, y, por supuesto (tápese los oídos y la nariz) sus hipos, eructos, ronquidos, pedos y estornudos. ¿Puedo o no puedo ser considerado un verdadero patriota, a mi manera?

M. Vargas Llosa (Los cuadernos de don Rigoberto)

3 comentarios:

  1. Por favor, cambia el color y la letra, nos perdemos con el texto que es en realidad el fondo del asunto, es lo interesante.

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  2. a mi gustado mucho de la historia la vida de catalunya es vadedero es su pais catalunya algo me infrocacion y gracias un saludo...

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