miércoles, 4 de marzo de 2009

!Salgamos de la crisis!


¡Salgamos de la crisis!

En 1936 ,( año que por razones obvias deberíamos olvidar los españoles, aunque algunos estén empeñados en no pasar pagina,) Keynes (Jonh Maynard Keynes 1883- 1946,) escribió La Teoría General, concretamente “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” que propone fundamentalmente el aumento del gasto publico para superar las crisis económicas. Keynes fue también el autor de la famosa frase “en el largo plazo todos estaremos muertos” que en versión popular el largo plazo se transforma en cien años y la muerte se la asocia a un problema alopécico “en cien años todos calvos” .
Keynes era un genio polifacético que logró renombre en el campo de las matemáticas y de la filosofía, así como en el literario. Su libro The general theory of employment, interest and money, provocó una de las mayores revoluciones en la teorías económicas del siglo. Dividiendo a los economistas en keynesianos y antikeynesianos, división artificiosa que pasado un cierto tiempo se diluyó con la practica económica del día a día.


Para muchos políticos y economistas Keynes murió hace muchos años, casi tantos como han pasado desde su desaparición física. Evidentemente los tiempos de bonanza económica y optimismo incontrolado no resultan los más adecuados para tener presente al genio británico. Sí, en cambio, a los padres del neoliberalismo económico y el monetarismo, cuyo representante más conocido es el fallecido(17 noviembre 2006) premio Nobel Milton Friedman sin olvidar al creador de los pilares de la economía política moderna el venerable Adam Smith.
Ahora bien, cuando las cosas se tuercen y aparece una crisis de dimensiones no controladas y consecuencias impredecibles, como la crisis actual, en su último informe la CIA declaró que la crisis de ahora es más peligrosa que el terrorismo global, todo el mundo se acuerda de Keynes y de su proposición fundamental: Aumentar el gasto publico para salir del pozo de la depresión. Cuando se habla de gasto publico la mayoría de personas piensa automáticamente en obra pública como motor del gasto y de la reactivación económica, por lo que lleva asociada de multiplicador de actividades paralelas. Sin embargo el propio Keynes parece que puso limites al gasto en obra pública al escribir: “El aumento de la obra pública puede ser la medicina correcta cuando hay una deficiencia crónica en la demanda, pero no se puede organizar de manera suficiente rápida como para ser el instrumento más útil para evitar los ciclos económicos” (X. Sala La Vanguardia)


La obra pública es lenta por naturaleza, la crisis aprieta y el tiempo de respuesta ha de ser lo más corto posible, los políticos saben que la crisis ha de estar al menos controlada antes de las próximas citas electorales, por mucho que enreden, vendan humo y mientan descaradamente, como es el caso de nuestro insufrible presidente del Gobierno, por ello una especie de enfermedad inversora afecta a los dirigentes políticos, la locura del dispendio sin limite, tomando al bueno de Keynes como estandarte teórico, justificativo de cualquier tipo de gasto y abuso. Unos se gastan 60.000 euros en publicidad, Hereu, otros de la misma cuerda tienen previsto gastarse en carteles anunciando lo que van a hacer, no sé cuantos millones parece que un 20% del gasto en futura obra pública irá para carteles propagandísticos. Un ejemplo de manirroto integral es el caso del señor Carod, este hombre parece que posee una estructura mental que le incapacita para ser una persona moderada en cualquier faceta del comportamiento humano, en la última fiesta de la cooperación catalana ha gastado 272.000 euros, 120.000 en rotular las calles de Perpiñan, 40.000 en un viaje de cuatro días a Israel y Jordania, aparte del fijo de 21.000 que recibe por cualquier desplazamiento. No hablamos de los gastos asignados a las embajadas ni de los ocasionados por los festejos de inauguración de las mismas por tratarse de partidas que requieren la utilización de cifras con muchos ceros y el lector puede salir mareado.


Pero si analizamos el asunto fríamente lo que importa es inyectar dinero en la maquina económica, hay que bombear dinero en la economía, cosas que ya hacen la mayoría de gobiernos. Combustible imprescindible para su funcionamiento, y lo más rápido posible, pues los indicadores de nivel están en mínimos. Bien por la vía del gasto publico como por la vía del gasto privado, gastar y gastar lo más pronto para evitar que el monstruo mecánico se quede seco, hacer que el dinero, ese ente metálico en sus orígenes, vil metal según una interpretación romántica de la existencia, que algún amante despechado ha llegado a asociar con determinados cálculos femeninos al plasmarlo en coplas tan tendenciosas como inexactas: “El dinero es un metal que ni los perros lo quieren. Sin embargo, las mujeres por el dinero se van con el hombre que no aman”. (Supongo que por la parte femenina la replica sería de órdago.).
Gastar, gastar, esa es la consigna no importa en qué. Conseguir que la velocidad de rotación de moneda metálica, papel moneda, cheques de viaje y de los otros, letras de cambio, dinero electrónico, unidad de cuenta,....... en fin de ese bien económico que tiene aceptación general como medio de pago, medida y reserva de valor, alcance si fuera posible, la velocidad de la luz.


¡No hay dinero ¡ ¡no hay dinero! Es la corta y definitoria frase que se escucha por doquier con toda la carga angustiosa asociada a la misma. ¡Es que no podemos pagar! se oye otras veces como variante más dramática. El caso es mucha gente se pregunta a menudo ¿Dónde está el dinero? ¿Quién tiene el dinero?. Sabemos según el primer principio de la Termodinámica que “la energía no se crea ni se destruye sólo se transforma” aunque los rendimientos en determinadas formas de transformación son tan bajos que en la practica cotidiana las perdidas de energía útil pueden ser escandalosas. El dinero en cambio se crea en grandes cantidades, dinero físico tangible y del otro, y se destruye en cantidades moderadas luego: ¿Quién tiene el dinero? quieto y en reposo con miedo a salir de la segura madriguera que le cobija espera su momento.


A lo que vamos, hay que aumentar el gasto publico rápidamente, la obra pública es lenta, luego los buenos dirigentes políticos han de ingeniárselas buscando formas ,no necesariamente originales, para gastar el dinero de todos los contribuyentes y hacerlo correr cuantas veces sean necesarias y convenientes para el bien de la causa. En tal contexto los dirigentes autonómicos aparecen como verdaderos maestros, sueldos espléndidos, véase Montilla (185.000 euros casi 31 kilos de los de antes) Coches de fábula (Touriño, aunque a este pobre se le acaba de terminar el chollo) gastos suntuarios en comidas (Montilla, Carod y Huguet 43.345 euros ) etc. etc. Y es que, la caridad bien entendida empieza por uno mismo. De hecho todos ellos están realizando con este tipo de gastos una inyección de dinero publico al sistema. Están cumpliendo, a su manera, los principios keynesianos para intentar salir de la crisis lo antes posible y un servicio a la patria (no sé a cual de ellas) de primer orden.


Quisiera explicar mi contribución personal al problema. Hace mucho tiempo, mucho, mucho, cuando hablar de la crisis que se avecinaba era cosa de ignorantes e inexpertos en temas de economía, caso del señor Pizarro por ejemplo, nuestro ínclito presidente nos benefició con los nunca bien agradecidos cuatrocientos pavos. Un servidor, que le gusta llevar la contraria por naturaleza, empezó a plantearse que lo de la crisis venidera podía tener consecuencias desagradables para muchas personas y animado por la alegría del donativo decidí fundir los cuatrocientos lo antes posible. Como patriota cuatribarrado en activo siento una gran admiración política por el señor Carod . Conociendo por la prensa sus aficiones culinarias, el restaurante que frecuenta y sus platos preferidos, en un arranque incontrolado de fanatismo imitativo decidí emularle, por un solo día, en los placeres del yantar. Sitio discreto, muy buen servicio, comida de calidad, patriotismo cuatribarrado de elite, fotografías y retratos al óleo de nuestros héroes nacionales en las paredes con ligeros resúmenes de sus hazañas más significativas, a semejanza de los grandes maestros de la tauromaquia, en lugar de orejas, rabos y vueltas al ruedo se describen buenas faenas en contra los españoles a lo largo de sus respectivos mandatos.


El cubierto del día cuesta 120 euros, precio de un menú anticrisis, pero comprenderán que en una comida tan especial de tan acusada simbología patriótica uno no puede conformarse con rancho comunitario, se pide algo más novedoso que le acerque al admirado gourmet. Por respeto al gran político no mencionaré los platos que degusté, los habituales de Carod, acompañados de un buen vino de la tierra, postre, café copa y puro. Por todo ello pagué 276,27 euros, no está nada mal para una sola persona, más cinco de propina por el buen servicio. Al entrar en el local pregunté a uno de los camareros si podía sentarme en el lugar que habitualmente lo hace el señor Carod, según que cosas hay que hacerlas bien o no se hacen, yo tenía constancia de que en ese momento el político estaba de viaje por los Estados Unidos. El camarero me dijo que sí, que podía, pero que debería pagar un suplemento de 80 euros además de la voluntad. En el oasis se hace negocio hasta con los sentimientos más sagrados. Regateando con el camarero conseguí mantener el nivel de mi voluntad compatible con que me sobraran unos 25 euros, de los cuatrocientos, para ir al cine una vez acabada la comida y contribuir además con unas monedas a ayudar a la asociación de huérfanos de patriotas cuatribarrados damnificados por la ocupación española. También para la ONG patriota defensora de las virtudes eternas de nuestro pueblo “La Santa Espina”.


El camarero me acompañó hasta un pequeño reservado donde había varias mesas bien distribuidas, una de ellas frente a un gran espejo vertical. Señalándola me indicó que podía sentarme que muy pronto me servirían, cosa que ocurrió transcurridos pocos minutos. Al fondo del pequeño salón disimulada con una cortina de terciopelo azul distinguí una pequeña puerta de acceso directo por donde entran y salen al exterior personas de confianza que no desean ser observadas como clientes habituales del local. La situación de la mesa frente al espejo, según me explico el maitre natural de Guadalajara , hincha del Madrid y nada receptivo a los encantos políticos de Carod, se debe a que durante sus comidas el político de Esquerra ensaya poses y gestos típicos de las personas que han de mostrarse habitualmente antes las cámaras de TV, últimamente, según el maitre, ensaya un tic nervioso muy frecuente en el Gran Honorable, ese cerrar y abrir los ojos repetidas veces en pocos segundos, parece que Carod está convencido que el carisma del President radica fundamentalmente en este gesto tan característico de Pujol.


Comí francamente bien, finalizando la copa y dándole buenas caladas al puro, reflexioné reposadamente sobre las pequeñas compensaciones, después de tanto sacrificio, que puede proporcionar el ejercicio de un buen cargo público. Ya lo sé, son modestas cosas a las que uno puede habituarse, con el día a día, y dejar de apreciarlas en todo su valor, pero están ahí y adquieren mayor relevancia cuando en verdaderas situaciones de crisis favorecen la redistribución del dinero público.
Acabé la jornada gastándome el poco dinero que me quedaba en una entrada de cine, tuve que dejar de pagar dos céntimos de euro a la taquillera para completar el valor de la misma. No pude comprar las palomitas ni la coca cola correspondientes por falta de recursos, para mí el ruido de la masticación y deglución de las palomitas y la coca es como la banda sonora de la película y me cuesta trabajo concentrarme en el tema si me faltan. Menos mal que junto a mi asiento había una pareja de jóvenes muy ocupados en sus asuntos particulares y tenían semi- abandonada una bolsa repleta y un vaso lleno de medio litro. Con discreción me zampé tres cuartos de la bolsa y la mitad de la coca cola. Ellos mientras tanto continuaban en su Edén particular.


Conseguí regresar a casa colándome en el metro, solamente tuve que saltar por encima de las barreras un par de veces, imitando a tantos y tantos muchachos que lo hacen diariamente. Es una simple cuestión de técnica. En el tranvía me resultó bastante más complicado. El conductor se dio cuenta de que no marcaba el billete y empezó a perseguirme por el retrovisor. Intenté camuflarme pegando la hebra con una señora voluminosa de aspecto bonachón, pero rápidamente me cortó, pensando que me la estaba intentando ligar. Como el conductor se puso demasiado insistente con sus miradas indirectas tuve que bajar en la parada más cercana y andar cuatro kilómetros hasta llegar a casa.
En general fue una jornada para no olvidar, destacando el placer político que sentí al sentarme en la silla de tan ilustre personaje, siento no poder describirlo con palabras un nudo de emoción nubla mi corto entendimiento y tengo que dejar de teclear.

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