lunes, 25 de octubre de 2010

Nazis




El señor Josep M. P. escribe en La Vanguardia una carta con el siguiente título:
Fanàtics amb estelada.

“Vull comentar la columna “Hasta la bandera” de Susana Quadrado del 26/VIII/2010. En ella citava un quiosc al costat d`una parada del bus turístic que, amb bon criteri empresarial, ven tot tipus de bànderes: l`espanyola, la catalana, la del Barça, la de l`Espanyol, etcétera.
La periodista parla amb el propietari del quiosc, que és colombià, i aquest afirma que alguns energúmens fanàtics l`han amenaçat de cremar.li el quiosc si no treu els símbols espanyols i tot seguit diu que no pensa treure`ls perquè allò és un negoci i els símbols descrits es venen. Doncs bé, el dia anterior a l`Onze de Setembre, s`hi van presentar quatre energúmens intolerants i el van comminar, una vegade més, a treure les banderes espanyoles i substituir-les per l`estelada.
Per la Diada he passat com cada dia davant del quiosc de la laboriosa i honrada família de sudamericans i he vist unes enormes banderes quatribarrades i altres estelades que van de banda a banda del negoci i quan els he preguntat per l`absència de banderas espanyoles m`han explicat el succeït.
És això democracia? Per venture és llibertat? Quan a algun polític català li pregunten des de fora de Catalunya pels temes de la imposició de la llengua catalana a l`escola o en la retolació dels negocis, la resposta és sempre la mateixa: “A Catalunya ningú fa problema d`això. Hi ha una perfecta harmonia i enteniment…..” Si això és així, què pot dir de l`exemple que porto aquí?


Traducción:

Fanáticos con estalada.

Quiero comentar la columna “Hasta la bandera” de Susana Cuadrado del 26/VIII/2010. En ella citaba un quiosco al lado de una parada del bus turístico que, con buen criterio empresarial, vende todo tipo de banderas: La española, la catalana, la del Barça, la del Español, etcétera.
La periodista habla con el propietario del quiosco, que es colombiano, y este afirma que algunos energúmenos fanáticos le han amenazado de quemarle el quiosco si no quita los símbolos españoles. El propietario del quiosco responde que no piensa quitarlos porque lo suyo es un negocio y los símbolos descritos se venden. Pues bien, el día anterior al Once de Septiembre, se le presentaron cuatro energúmenos intolerantes y le conminaron, una vez más, a quitar las banderas españolas y sustituirlas por la estelada.
Por la Diada he pasado como cada día delante del quiosco de la laboriosa y honrada familia de sudamericanos y he visto unas enormes banderas cuatribarradas y otras esteladas que van de parte a parte del negocio y cuando les he preguntado por la ausencia de banderas españolas me han explicado lo ocurrido.
¿Es esto democracia? ¿Por ventura es libertad? Cuando a algún político catalán le preguntan desde fuera de Cataluña por los temas de la imposición de la lengua catalana en la escuela o en la rotulación de los negocios, la respuesta es siempre la misma: “En Cataluña nadie hace un problema de eso. Hay una perfecta armonía y entendimiento…” Si esto es así, ¿ qué puede decir del ejemplo que traigo aquí?


Respuesta de yauma:

Señor Josep, lo que usted denuncia con tan buen criterio y valor, se trata simple y llanamente de un episodio de nazis, un grupo de energúmenos extrapolando una típica escena del Berlín de los años cuarenta, una imposición por la fuerza bruta con amenazas de incendio, de la única idea política posible para tales individuos la suya, la de la patria cuatribarradaestelada. Los políticos en ejercicio miran para otro lado ante tal hecho, unos porque no quieren complicarse el cargo con sucesos que desgraciadamente producen pocos votos en la Cataluña actual, otros porque los nazis a denunciar forman parte de las juventudes de sus propios partidos políticos. Desengáñese, la democracia en Cataluña no existe nada más que formalmente, votamos cada equis años, estos votos se transforman en diputados y estos diputados son la voz de sus partidos para hacer y deshacer sobre temas que ni usted ni yo hemos autorizado con nuestros votos. Gobiernan con quien y como les parece, sólo controlados por otros diputados de otros partidos que tampoco tienen autoridad delegada para esos temas. El formalismo parece exquisito, ellos los diputados, son los representantes del pueblo, de los votantes, pura entelequia formal, hacen y deshacen lo que les da la gana. Por ello que después de las próximas elecciones al Parlament, si se quieren poner de acuerdo entre la mayoría de la cámara pueden, como representantes del pueblo, proclamar la independencia de Cataluña o declarar la guerra al principado de Andorra, sin que usted ni yo ni la mayoría de votantes les hayamos autorizado a hacerlo.


Las leyes españolas, estatales, que afectan a temas de lengua, o a temas contrarios al desarrollo nacional cuatribarrado, se las pasan por el forro. No se dan por enterados si el TC sentencia sobre tal o cual cuestión que les incomode.
Se vive en un Estado de Derecho paralelo, subterráneo, al Estado de Derecho español. Cuando una ley no interesa, o no se cumple o antes de ser aplicada se ponen de acuerdo con el gobierno central de turno y, por medio del mercadeo político la ley se dulcifica por caminos tortuosos del Derecho buscándose accesoramiento del sabio de turno, que justifica lo injustificable con la autoridad que le proporciona la posición que ocupa en el escalafón difuso del saber reconocido. Un caso clarísimo que debería constar en la historia de las mayores farsas jurídicas del Derecho Constitucional es la colección de opiniones de la mayoría de catedráticos y profesores de Derecho de la Universidad catalana antes de la sentencia del TC. Todos los juristas catalanes, salvo alguna honrosa excepción, opinaron por unanimidad que el Estatut era completamente constitucional.

El silencio y la uniformidad forzada hacen que en Cataluña exista, según los políticos del PCU, una perfecta armonía y entendimiento. Todos a una como Fuenteovejuna, defendiendo la verdad política oficial que aglutina el poder político en el oasis catalán. En este contexto el Gran Honorable se permite la desvergüenza política de declara abiertamente, sin tapujos, que la libertad individual del ciudadano no vale un pimiento, con su alegato en defensa de los derechos colectivos y en contra de los derechos individuales. Pide, no faltaría más, continuar con la lucha política, porque según él, se quiere suprimir a una nación. A lo largo de la historia de Europa anteponer los derechos colectivos sobre los individuales siempre ha conducido a la dictadura más grosera. Véase la Alemania de Hitler, la España franquista, la Italia de Mussolini y los comunismos de la URRS y sus satélites. No digamos lo que ocurre todavía en amplias zonas del mundo. Toda dictadura siempre encuentra justificadores en la defensa del bien común, como hace el Gran Honorable en estos momentos. La verdadera democracia antepone siempre los derechos individuales a los colectivos cuando hay una superposición de ambos.