miércoles, 7 de octubre de 2009

Potajes,ollas, cocidos y pucheros




Parece que el famoso hidalgo manchego se alimentaba según el programa siguiente:
“Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos,”


Se entiende culinariamente por potaje un guiso con legumbres, especialmente con verdura. Se reúnen…..habichuelas y/o garbanzos, verduras, se agregan cebolla, ajo, sal, aceite, agua……….El resultado suele ser un guiso saludable y sabroso más cercano a la dieta vegetariana, que a la estrictamente proteica de origen animal. El potaje es capaz proporcionar una calidad de vida sana y sostenible, según los restriccionistas de la alimentación genérica y variada. Son famosos los potajes de hinojo, de berros y de jaramagos, si atendemos los consejos de los antiguos sabios, sanadores y experimentadores de los placeres del cuerpo y de la mente.
La mayoría de veces, las flatulencias asociadas a las digestiones potajiles, se soportan con estoicismo e impudor, como penitencia por los placeres aportados en el inicio del ciclo, donde el paladar y los jugos pre digestivos juegan un papel bien definido.
Tan importante ha sido el potaje históricamente entre la población española que antiguamente existía la figura de la potajera, mujer que vendía potaje en los mercados. También se llamaba potajería al almacén de las legumbres para la cocina de palacio, y se habla de un rey Borbón que se hacía seguir por al menos 450 personas, dignatarios, oficiales, personal de la Real Cámara, médicos, cocineros, boticarios y algún paje, cuando se dirigía a la potajería a elegir las legumbres del día.
El potaje reducido, en cantidad y calidad, era la base alimenticia de millones de españoles en los terribles tiempos de la postguerra, en los duros años del hambre. El señor José, mi vecino del cuarto primera, vivió de niño esa hambruna genérica cuando su escuálido cuerpecillo alumbraba la pubertad. Un recuerdo recurrente le acongoja con frecuencia, y le transporta en el tiempo, hacia su pueblo de origen escuchando al guarda rural Cayetano Marín, caballero mutilado de guerra, a ese hecho debía su empleo fijo y su miserable sueldo, padre de cinco hijos, mujer y suegros, comentar con cierto orgullo que la noche anterior había cenado catorce cucharadas de potaje! Catorce cucharadas! Se supone bien colmadas, de medida adulta. Una rebanada de pan negro y abundante cebolla cruda. Jamás el muchacho había pensado que cada uno de los nueve miembros de la familia de Cayetano Marín tuviese asignadas un número concreto de cucharadas de potaje, con los aditamentos correspondientes de pan negro y cebolla.


Los condicionamientos socioeconómicos han dado lugar tradicionalmente a la cultura culinaria del pueblo español, dominada por dos especies básicas: potaje y gazpacho, en sus diferentes versiones regionales y locales. El potaje de judías, garbanzos y en su defecto lentejas, en ocasiones suavizado con arroz, ha sido alimento básico de un pueblo ruidoso y alegre durante siglos, hasta que por fin alcanzamos el estatus de europeos, y en los últimos años de europeos ricos. Perdiendo, por otra parte, esa alegría tradicional asociada a la producción interna, en el tubo digestivo, de cantidades importantes de metano, propano, butano y otros gases energéticos de menor entidad, productos del trabajo metódico de una flora intestinal bacteriana cuyo substrato elemental se encuentra en los componentes habituales del potaje. Ese meteorismo interno, a veces ayudado por cierta aerofagia, daba lugar a flatulencias continuadas y ventosidades musicales, muy celebradas en chascarrillos y cuchufletas.
La olla, puchero, cocido, olla podrida, car d`olla, escudella,….….. Guiso consistente en una mezcla cocida de carne, legumbres, hortalizas, embutidos y otros ingredientes, representa un paso hacia la prosperidad económica del pueblo, ya no sólo come potaje y gazpacho, aparecen los tropezones proteicos y grasosos, tan celebrados por el personal de a pie, acosado por hambre histórica desde siglos.
Romualdo Alcalde Becerra era un jornalero jerezano honrado trabajador y fiel esposo, algo manso e inocente, todo hay que decirlo, casado con Basilisa Panduro, formaban una feliz pareja muy enamorada, ejemplo vivo de que, lo sencillo sin confundir con lo simple, puede ser modelo eficaz de supervivencia eterna. Romualdo se enorgullecía, ante sus conocidos y amigos, siempre que se le presentaba la ocasión, de lo extraordinariamente bien que cocinaba su esposa, Basilisa, y lo resumía diciendo: Mi mujer prepara unos potajes que parecen ollas. Sin sospechar que la muy tunanta de Basilisa, antes de ponerle la mesa al manso de Romualdo, se había comido la carne y el tocino y cualquier tropezón solido que delatara la naturaleza del guiso.


Pues bien, en este país nuestro llamado España, se nos están preparando continuamente, por Zapatero y su Gobierno, unos potajes que nos parecen ollas, Y, no nos damos cuenta que la carne, el tocino y la butifarra se la comen previamente el divino irresponsable y sus gentes, la butifarra la comparte con los nacionalistas catalanes, nos relamemos alabando el potaje que tan bien cocina. Siempre adapta el guiso a reflejo de lo que le ponen delante, improvisando, inventando y des inventando a cada momento, con permanentes y compulsivas promesas de imposible cumplimiento, con decisiones erráticas e ineficaces que siempre empeoran lo que había antes de tomarlas.
Zapatero pilota un gran buque a la deriva, una enorme maniobra de naufragio, sin perder su habitual y falsa sonrisa, vacía de entendimiento y dirección. Profundamente incompetente si alguna vez acierta es por puro error, un populista demagógico cada día más alocado, de aquí la denominación de “el demente” con la que se le empieza a conocer.
La política económica de Zapatero y su Gobierno, no sólo no nos está sacando de la crisis global, sino que nos hunde en ella cuando la mayoría de los países de nuestra área ya empiezan a reflotar. Con el ofensivo rollo contra los poderosos nos ha faltado al respeto a todos los españoles.
La prensa alemana denomina a España “El paciente español”(Der spanische Patient). España se ha convertido en una fábrica de parados y la enfermedad va para largo, y él, irresponsable hasta el infinito clama: ¡Dejadme solo!.
Su gestión de la crisis económica está inspirada en un socialismo rancio, populista, más ilógico que pragmático, pensando más en contentar a los suyos que en el conjunto de España. Para repartir el pastel, tiene que haber pastel, y a este paso si no se le desaloja del poder, barrunto que acabaremos todos comiendo potaje obligatoriamente, y contando el número de cucharadas que a cada uno nos corresponde según la jerarquía que se ocupe en el ente familiar.
Aunque no hay por qué desanimarse, gracias al potaje venidero, recuperaremos la alegría perdida de otros tiempos.