viernes, 16 de enero de 2009

La nostra Construcció Nassional

La construcción de un Estado Nacional no es cosa fácil cuando se parte, como partimos nosotros, de una colonia ocupada durante siglos por gente culturalmente tan diferente a nosotros, con lengua y modo de vida tan alejado de nuestras sagradas tradiciones con conceptos morales y religiosos radicalmente opuestos a los de nuestro pueblo. Pero, cuando existe un proyecto a largo plazo, tan claro e ilusionante como el que tenemos nosotros, cualquier barrera puede superarse con trabajo, lucha y patriotismo. La base de nuestra metodología de trabajo son la paciencia y la discreción, la lluvia fina y continua que cala el terreno hasta donde puedan asentarse y alimentarse las raíces de un nuevo orden.


Nuestros logros hasta el momento son apreciables, aunque no suficientes, somos muchos y bien organizados distribuidos en todo el espectro político- social de la sociedad catalana, incluidos los partidos marginales como Ciutadans y UPD infiltrados entre sus propios dirigentes, regando día a día el huerto de nuestros intereses patrióticos cuatribarrados. Mención especial merece la sección de choque, formada principalmente por jóvenes patriotas generosos en la lucha diaria, gente necesaria como fuerza amedrentadora creadores del clima necesario para que el enemigo se retraiga y no salga a la calle a expresar sus desviados sentimientos. Algún ejemplo concreto puedo reflejarlo aquí por haberlo vivido ayer en la manifestación pacifica a favor del bilingüismo en Barcelona, como pueden suponer yo era uno de los infiltrados y, sin animo alguno de critica, pediría discreción a los compañeros más exaltados de la sección de asalto, pues en manifestaciones pacificas de esta naturaleza nuestra misión ha de ser contundente pero subterránea, por ejemplo, evitando por todos los medios a nuestro alcance que puedan aparecer imágenes televisivas de la manifestación, y no se pueden dar gritos a favor de los patriotas vascos ni hablar públicamente, aunque sea de forma figurada, que lo mejor para acabar con manifestaciones de tal naturaleza sería utilizar los métodos de dichos patriotas.


Centrándonos en los logros políticos podemos sentirnos orgullosos de lo conseguido hasta ahora. Hemos falsificado nuestra propia historia al unirla a la política, a los mitos de nuestra nación, a políticas identitarias, al totalitarismo etnicista, a la idea esencialista de un pueblo, de una nación, la historia inventada es un elemento esencial de las ideas nacionalistas y factor legitimador de nuestra nación, por ello queda justificada toda la manipulación necesaria, el fin justifica los medios y tratándose de un noble fin patriótico más todavía. El adoctrinamiento sistemático en la escuela nos está proporcionando magníficos resultados, hemos fomentado la delación como practica habitual de comportamiento en la sociedad catalana, hemos conseguido imponer la nostra llengua como única lengua vehicular sobre el español en la educación y en todos los ámbitos oficiales. Tenemos, de momento, el nivel de autogobierno más alto de cualquier región europea, pero ello no nos satisface suficientemente.


Mirando hacia adelante, después del fallo del tribunal constitucional sobre la pretendida consulta de Ibarreche , dicho tribunal, según los expertos, ha interpretado la constitución española en toda su amplitud, con música y letra, rechazando por unanimidad el llamado plan Ibarreche y posiblemente otros planes futuros de los nacionalistas catalanes y gallegos, tres son las razones jurídicas básicas que sustentan el fallo:
1) Invasión de competencias exclusivas del Estado
2) Voluntad unilateral de establecer una nueva relación entre el Estado y la comunidad autónoma vasca
3) El hipotético proceso consultivo afecta a todos los españoles.
En vista de tal resultado, los patriotas cuatribarrados vemos al tribunal constitucional como el “jopo del diablo” capaz de barrer con un solo movimiento balanceante todo nuestros trabajo de años y arruinar de una sola tacada nuestro sublime proyecto. Así que nos planteamos seriamente subvertir el Estado de Derecho, liberándonos de esa pesada piedra burocrática como hizo un gran nacionalsocialista alemán en los años treinta del pasado siglo “Ninguna persona razonable entiende en general las doctrinas jurídicas de los juristas, toda la doctrina jurídica actual no es otra cosa sino una gran sistematización del hecho de trasladar la propia carga de la responsabilidad a hombros ajenos.” Se necesitan jueces que estén profundamente convencidos de que el Derecho no ha de defender al individuo frente al poder político, sino que ha de conseguir primordialmente que la nación sea grande y plena.

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