lunes, 28 de febrero de 2011

El constructor de naciones




Construir conlleva hacer algo, material o inmaterial, juntando o combinando los elementos necesarios. Son los elementos de partida la base para cualquier tipo de construcción. A veces construir algo se consigue a costa de la muerte de otra cosa, así la construcción de Brasilia se basó en la muerte de la selva. Se construyen edificios con determinados elementos constructivos como por ejemplo, el arco apuntado, tendencia al ábside cuadrado y abovedamiento por crucería, carreteras, movimiento de tierras pavimentos drenajes, filosofía, constructivismo nacido dentro de la corriente abstracta, gramática, como conjunto de palabras que constituyen una unidad sintáctica ,formulas químicas, como agrupación de símbolos químicos….. etc. También se construyen naciones Estados Veguerías y equipos de futbol.
Michel Peyramaure escribió una novela de gran éxito: El constructor de catedrales.
París, finales del siglo XII. La ciudad resurge en el campo político y económico ascendiendo también la burguesía adinerada y el clero urbano. Entre pugnas feudales, prosperidad y lucha por el poder, privilegios y sórdidas conjuras, la fe de un pueblo y la inteligencia y el saber hacer de los maestros canteros, de sus ayudantes, de los masones, carpinteros, imagineros y cristaleros dan forma a la mayor construcción gótica de la ciudad, la catedral de Notre Dame.
El constructor de catedrales nos traslada, de la mano de uno de los grandes narradores franceses, al mundo fascinante de la Edad Media, donde la lealtad y la venganza, el amor y la muerte, el poder de los hombres y el poder de la fe, la intolerancia religiosa y la ambición material se encuentran al amparo de una época de violentas pasiones que ve elevarse, piedra a piedra, al precio de mil peligros y mil dificultades, una construcción que se afirma en todo su esplendor.
La novela que nos hace asistir al crecimiento de la urbe, al despuntar de la burguesía y a la persecución de los judíos, entre tantos otros temas, cuyo nexo es la construcción de la catedral, de la mano del maestro Jean y su discípulo Vincent, verdadero protagonista de la historia. El poder y la ambición, la intolerancia, la pasión y la muerte dejan su huella en cada piedra de Notre Dame, en una época fascinante de la historia de Francia.


Un caso histórico curioso fue el de Francisco de Paula Santander el constructor de una nación. Conocido como el Hombre de las Leyes, el Organizador de la Victoria, odiado por muchos pero admirado por la gran mayoría de los colombianos fue el prócer que gracias a sus aportes a nivel militar, legislativo, administrativo, financiero y educativo, logró la conformación y consolidación de la naciente nación colombiana.
Descrito por el Libertador Simón Bolívar, en carta que le dirigió cuando anunciaba su retiro al frente de la Vicepresidente de la Nueva Granada, como "(..) Un gigante que marcha al nacer, combate y triunfa (...) me habla de retirarse del servicio público a causa de sus cólicos. No, amigo: usted no debe ni puede retirarse. Usted es el necesario para la marcha de la República. Usted debe morir en el tribunal, como mi destino es morir en el campo de batalla (...) Sin Usted qué sería de Colombia, qué sería de nuestro ejército y qué sería de mi gloria. Yo no soy administrador, y además soy poco sedentario para sufrir el bufete. Por lo mismo yo hubiera destruido la obra de mis compañeros de armas por falta del carácter de Usted y de su capacidad para manejar los negocios públicos. Así repito: Usted es el hombre necesario de Colombia!". Bolívar


El honorable pijo se ha autoproclamado constructor de la nación catalana deseando para Cataluña la plenitud nacional, en el acto oficial de toma de posesión el pequeño honorable ha oficiado de mamporrero selecto, lo suyo, imponiéndole el medallón. A diferencia del pequeño honorable, a quien se le cayeron los dientes de leche en la vida partidista y que carece de oficio y beneficio fuera de la política, el honorable pijo tiene oficio y beneficio en la vida ordinaria, resulta curioso que seis de cada diez parlamentarios no haya trabajado en toda su vida y ocho de cada diez proceda de otros cargos públicos y uno de cada cuatro sea funcionario de carrera. El honorable pijo, el timonel Mas, un timonel tan malo y con tan poca orientación que llevará el navío hacia los acantilados con su afán constructivo y acabaremos todos como el Titanic. El desaborido Mas cree que puede dirigir la nave con pulso firme en medio de la tempestad con el lema marinero de su bisabuelo: 'Cabeza fría, corazón caliente, puño firme y pies en tierra” El honorable pijo para los no nacionalistas es tan molesto como el ruido de un martillo automático taladrando la calle a la hora de la siesta. El Gran timonel Mao Zedong, Mao Tse Tung ,1893-1976, responsable, en su afán constructivo de la nación china, de la muerte de más de 70 millones de personas en tiempo de paz, siguiendo su teoría del gran salto adelante. Félix de Azúa escribe en su blog un símil curioso refiriéndose al timonel Mas como el camarada Ar Tur Mas faro del orbe y le sitúa en lo alto de la montaña de Montserrat agitando “el libro cuatribarrado del camarada Mas.”


Vemos, pues, que los constructores de naciones han existido siempre a lo largo de la historia de la humanidad. El caso del honorable pijo no deja de ser uno más. La propia naturaleza del honorable pijo no es la de constructor, ni de naciones ni de aldeas, pero El Gran Honorable y parte de su familia vio en ese estirado sujeto, como Simón Bolívar en Francisco de Paula Santander un organizador de la futura victoria cuatribarrada, que se producirá, Dios mediante, dentro de varios meses según la resolución presentada recientemente en el Parlament. El honorable pijo es economista de profesión y al principio se mostró un poco remiso a participar como principal protagonista en la magna obra de construcción de la gran nación cuatribarrada, alegando ante el Gran Honorable un padecimiento corporal, análogamente a los cólicos que padecía el insigne colombiano Francisco de Paula. El honorable pijo habla de un padecimiento molesto caracterizado por una tumoración redondeada o piriforme, roja, brillante, blanda y dolorosa al tacto, que resulta de la alteración varicosa de las venas de la submucosa del conducto anorrectal, principalmente a nivel de una zona situada entre la línea pectínea y la línea blanca de Hilton, origen de las tres venas hemorroidales. En resumen el honorable pijo padece hemorroides. El Gran Honorable, médico de profesión aunque nunca ha ejercido como tal, le convenció hurgando en la fibra patriótica de Mas, repitiendo parecidas palabras a las utilizadas por Simón Bolívar ante De Paula, y recetándole una cataplasma a base de plantas aromáticas cosechadas en una de las variadas plantaciones que su santa esposa, la señora Ferrullosa, posee en el coto nacional.


Para acabar por hoy, y hablando en serio, reproduzco un artículo de Ignacio Sotelo (El País 6-2-2010.

Se han dado muchos significados a la palabra nación, pero si se la identifica con la posesión de una lengua, la Cataluña bilingüe sólo es una nación a medias. De ahí deriva la presión para que se 'normalice' el catalán
Sería catastrófico que la enseñanza se bifurcara según la lengua y los padres tuvieran que elegir
En ciertos ámbitos, como la prensa y el libro, el castellano sigue manteniendo el dominio
En efecto, el término "nación" tiene diferentes significados, obviedad que en cierta ocasión manifestó José Luis Rodríguez Zapatero, escandalizando a no pocos. En el actual litigio sobre si Cataluña es una nación tenemos que considerar al menos tres acepciones. El vocablo latino natio, nacimiento, en sentido figurado significa también el conjunto de personas que tienen un origen común. En las universidades medievales los estudiantes se clasifican por "naciones" y nada de particular tiene que los clásicos, desde Cervantes a Calderón de la Barca, se refiriesen a la "nación catalana". La identidad residía en la religión -judíos, moros y cristianos- y ya en el Reino de Aragón el bilingüismo era una realidad plena, sin que surgiese problema alguno.
El concepto moderno de nación surge del binomio Estado-sociedad que diferencia dos elementos que hasta el Renacimiento permanecían unidos en un sólo término, polis, societas, república. Por un lado, el Estado monopoliza un poder absoluto (ab-solutum, desprendido, autónomo de cualquier otro poder, espiritual o temporal, que Bodino llama soberanía) y, por otro, la sociedad civil se define, bien por haber sido despojada de cualquier poder propio (Hobbes), bien por mantener un fondo de poder, vinculado a la propiedad y la familia, que el Estado nace justamente para proteger (Locke).
A partir de este binomio, un primer concepto de nación procede de trasladar la soberanía del monarca a la "nación", es decir, al conjunto de la sociedad civil, de modo que los súbditos se conviertan en ciudadanos. La soberanía reside en la nación, es decir, en el conjunto de la ciudadanía de la que emanan todos los poderes del Estado.
En cambio, en una Alemania, políticamente atrasada, tanto por estar fraccionada en multitud de entidades políticas, como por detentar la soberanía el monarca con el título de rey, príncipe, duque, o el que fuere, el concepto de nación de la Revolución Francesa resulta inalcanzable. En esta coyuntura los alemanes inventan un nuevo concepto de nación, que tal vez convenga llamar romántico, como revolucionario al francés, y que tiene en Herder su más cabal representante.
Como reacción al cosmopolitismo de la Ilustración, Herder define la nación como el sentimiento de pertenecer a un pueblo, en sí mismo diferenciado de todos los demás, en primer lugar, por la lengua que, junto a la religión y al derecho, productos de una historia común, marcan sus rasgos más profundos.
Es bien sabido que la idea de nación que cunde en Cataluña desde finales del siglo XIX es la herderiana. En La nacionalitat catalana (1906), Enric Prat de la Riba escribe "Cataluña tenía lengua, derecho, arte propios; tenía un espíritu nacional, un carácter nacional, un pensamiento nacional: Cataluña era, pues una Nación". Y poco más adelante enlaza este hecho con "la tendencia de cada Nación a tener un Estado propio que traduzca su criterio, su sentimiento, su voluntad colectiva; la anormalidad morbosa de vivir sujeta al Estado, organizado, inspirado, dirigido por otra Nación; el derecho de cada Nación a constituirse en Estado" (traducción de Antonio Royo Villanova, 1927). Como indica el título del libro citado, en Cataluña los conceptos de nación y de nacionalidad eran, y para muchos continúan siendo, intercambiables. Es la Constitución de 1978 la que distingue entre nación, nacionalidad y región.
Estas dos ideas -aunque más la de constituir una nación, que la de necesitar un Estado propio- están asentadas en una buena parte de los catalanes, sólidamente al menos en su clase política, y han impregnado de manera clara el Estatut aprobado por el Parlamento catalán, sin haber desaparecido por completo del que pulieron las Cortes españolas y luego se ratificó en referéndum.
Las diferentes interpretaciones provienen de los dos conceptos de nación que se manejan. La nación entendida en el sentido herderiano como un sentimiento de pertenencia a un pueblo, con una lengua y una cultura propias, producto de una historia común, aun podría encajar en la Constitución; pero el concepto revolucionario francés de nación como "soberanía popular" difícilmente parece compatible con el artículo 1, párrafo 2, y el artículo 2, que preceptúan un Estado, ni federal ni confederal, sino claramente unitario, que incluso mantiene la provincia como su estructura territorial básica, a la vez que prescribe la
"nación española", como la única fuente de la soberanía.
Sobre un solo Estado y una sola nación la Constitución establece las Comunidades Autónomas, como el instrumento idóneo para llevar a cabo la descentralización. El modelo que prescribe la Constitución es un Estado unitario descentralizado.
Lo más grave y peliagudo es que el término de "nación catalana" no constituye tan sólo un problema de encaje jurídico-constitucional -un derecho vivo ha de encontrar siempre la forma de adaptarse a la realidad, y no a la inversa-, sino que la idea herderiana de nación, basada en la posesión de una lengua propia, a la que se remiten los catalanes desde el siglo XIX, no se ajusta a la realidad. Si la nación se identifica por la posesión de una lengua, la Cataluña bilingüe es una nación a medias, al compartir territorio con otra nación, que tiene como lengua materna otra lengua, aunque conozca y se desenvuelva también en catalán.
La idea herderiana de nación se basa en que cada pueblo tiene una lengua propia que expresa su forma de ser. Medida con este criterio Cataluña, más que una nación, es el afán de llegar a ser una nación -en construir la nación consiste el empeño básico del catalanismo- que lo conseguiría el día en que toda la población tenga el catalán como primera lengua materna, y no sólo vehicular, a la que se añaden las otras lenguas de uso, el castellano y el inglés.
La cuestión de la lengua es así la cuestión central del nacionalismo catalán en la que no puede admitir retrocesos. Todos los habitantes de Cataluña tienen el deber de dominarlo, la Administración comunica con el público sólo en catalán y la enseñanza desde el jardín de infancia hasta la universidad se hace en catalán. Cataluña será una nación plena cuando tenga una sola lengua con la que se identifiquen todos sus habitantes, aunque se mantengan otras lenguas de uso y comunicación.
Pero por alta que haya sido la presión lingüística bajo el manto de la normalización, y ha ido en aumento, los resultados son bien mediocres. Cataluña sigue dividida en dos comunidades lingüísticas, la castellano y la catalanoparlante.
Si se toma en serio a Herder, Cataluña no sería una nación, sino dos. Si es cierto que hasta ahora conviven pacíficamente, la existencia de dos "naciones" plantea cada vez más problemas a dos minorías, que lo son todavía, pero que crecen con rapidez. La una pretende que se respete el castellano como lengua oficial, sobre todo en la Administración y la enseñanza; pero nada tendría consecuencias más catastróficas que se bifurcase la enseñanza en escuelas catalanas y castellanas para que los padres pudieran elegir. La otra se enfurece cada vez más porque, pese a más de 30 años de "normalización lingüística", en ciertos ámbitos, como son la prensa y el libro -se venden tres en castellano por cada uno en catalán- el castellano sigue siendo la lengua dominante.
Más grave aún, una buena parte de la población inmigrante, pese a residir largos decenios en Cataluña y dominar el catalán sigue identificándose como aragonesa, gallega, extremeña o andaluza.

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