lunes, 14 de febrero de 2011

El Vampiro enmascarado




Reconozco que las historias y leyendas sobre vampiros siempre me han atraído: Aterradores, atractivos, seductores, brutales, sensuales, repulsivos, grandes, pequeños, despiadados, compasivos… Hay para todos los gustos. Los vampiros, esos seres nocturnos que pueblan nuestras pesadillas y aterran a nuestros niños… y mayores.
El mito del vampiro nace en el folclore de diversos países, como un ser que se alimenta de sangre de otras personas para sobrevivir.
Partiendo de esta premisa, hay muy diversos tipos de vampiros, con morfologías muy diferentes, y creencias distintas en la mitología de cada lugar. Para algunos, se trata sólo de seres zoomórficos, una tipología que describe a un grupo amplio de alienígenas que son representados como una mezcla de rasgos humanoides y de animales terrestres, que se abalanzan sobre los animales en los campos, como los grandes murciélagos de la Pampa argentina, chupadores de sangre de las reses, que llegan hasta matarlas; en otros sitios son personas que se metamorfosean en murciélagos para alimentarse de sus víctimas; otras leyendas nos hablan de seres inmortales eternamente jóvenes; en otros casos tenemos monstruos de afilados dientes y aspecto repulsivo, etc.
Estas leyendas de transmisión oral acabaron plasmándose en documentos escritos, y la literatura (y evidentemente el cine, con posterioridad), ha ayudado a mantener vivo el mito del vampiro hasta nuestros días.
La literatura ha transmitido de un libro a otro una serie elementos de la idiosincrasia de los vampiros que perviven hasta hoy, pasando posteriormente a la cinematografía. Por ejemplo, serán los libros de vampiros los que los definan como seres que estuvieron vivos y viven ahora en la muerte alimentándose de sangre humana, también en los libros encontramos el mito de que no soportan la luz del sol, siendo letales para ellos, todo el tema de las estacas en el corazón, el que no se reflejen en los espejos, la necesidad de invitación para entrar en la casa de sus víctimas, la repulsión al ajo, intolerancia a símbolos cristianos como la cruz o el agua bendita, y otras tantas particularidades.


La literatura y el cine que trata sobre este tema es abundante, desde el famoso libro de Bram Stoker escrito en 1897, Drácula, hasta nuestros días, el vampiro ha experimentado una serie de cambios en sus características, pero manteniendo su espíritu intacto con el pasar de los tiempos. Por eso es inmortal.
Quisiera dejar claro desde el principio, para evitar malentendidos, que el vampiro origen de este escrito, el vampiro enmascarado, tiene existencia real entre nosotros, nombre y apellidos, y se alimenta de nuestra sangre sudor y trabajo, vamos, de los impuestos a los que puntualmente contribuimos como ciudadanos de orden. De todas las leyendas sobre vampiros que he podido reunir sólo una de ellas tiene similitud con la del vampiro enmascarado protagonista de esta historia.
He leído y visto películas basadas en las obras del mencionado Bram Stoker, Drácula, entrevista con el vampiro (Anne Rice), Carmilla, obra de Le Fanu de 1872, nos da la primera aparición en la literatura una mujer vampiro. El personaje de Carmilla está basado en la Condesa Elizabeth Bathory (La Condesa Sangrienta), famosa por torturar y asesinar a más de 600 mujeres jóvenes en su castillo, y bañarse en su sangre.
Déjame entrar (John Ajvide Lindqvist): de 2004. Déjame entrar nos narra una historia de amor y amistad entre dos niños, un vampiro y un humano.
El Misterio de Salem’s Lot (Stephen King), Crepúsculo (Stephanie Meyer), La Historiadora (Elizabeth Kostova), El Sueño del Fevre (George R.R. Martin), El alma del vampiro (Poppy Z. Brite), 30 días de noche (Steve Niles y Ben Templesmith) y alguna más que no reseño para no ponerme demasiado pesado. En ninguna de estas obras he podido encontrar vampiro o vampira comparable al vampiro enmascarado. Cuando ya estaba a punto de desistir he visto el cielo abierto al leer el caso del vampiro enano:
“Se trata de uno de los relatos más fascinantes del libro “Buenos Aires es leyenda”. Tiene como protagonista a Belek, un enano que llegó a Buenos Aires con el Circo de los Zares a fines de los 70. Belek, que provenía de la zona de los Cárpatos –como el conde Drácula–, fue expulsado luego de que el dueño del circo, Boris Loff, el Hombre Bala y la Mujer Barbuda lo encontraran prendido al cuello de Vera, una mono tití.

Pero el mito de Belek, el enano vampiro, apenas comienza allí.

El verdadero horror se desató cuando se refugió en una casa semiabandondada del Bajo Flores y los gatos del barrio comenzaron a desaparecer misteriosamente.

La leyenda cuenta que la gente protegió sus casas con ristras de ajo y todos llevaban crucifijos por miedo a sus ataques. Una noche de invierno, los hombres del barrio cazaron al enano vampiro con la red de un arco de fútbol, cerca de la estación Flores, pero se les escapó. Aseguran que aún vive en el cementerio de Flores y sigue haciendo de las suyas.”



El circo de la democracia española se implantó en nuestro país hace más de 30 años, circo de fama mundial con toda clase de artistas del ramo, domadores, trapecistas, funámbulos, payasos……entre ellos destacaba un artista bajito, pero no enano, malabarista de reconocido prestigio llamado Joel Puscholl, para más señas, procedía de los Cárpatos catalanes, del macizo de Montserrat en concreto. Pronto este genial artista empezó a destacar demostrando su valía, como hombre de Estado, administrador honradísimo, Joel Puscholl proyectaba templanza, pacto, circunspección, juicio, gradualismo….Joel Puscholl era un patriota incorrupto. La realidad "entrañable" de España según sus propias palabras, le valieron ser nombrado español del año por el diario ABC.
Joel Puscholl a lo largo de estos años siempre se ha movido en la ambigüedad independentista que ha caracterizado a su partido, “Conveniencia”. Lo cierto es que nadie le había visto la cara en público, siempre cubierta con el antifaz del disimulo y la mentira interesada. Y es que, corrientes de opinión ha habido que señalaban a Puscholl como un independentista no declarado; a la vez que otras han señalado que, decididamente, en su fuero interno nunca había optado por esta opción. El tiempo ha demostrado claramente que los primeros tenían razón, ellos, como el hombre bala y la mujer barbuda del circo de los zares, descubrieron al enano Belek mordiendo el cuello de la tití Vera, también habían descubierto hacia bastantes años al bajito Puscholl, para algunos enano, “Puscholl enano habla castellano”, afianzado al cuello de la convivencia española chupándole la sangre con fruición y deleite vampírico, con apasionamiento e incontinencia xenófoba independentista. Claro que, en este caso, los dueños del circo son incapaces de expulsar al Belek montserratino y la función continuará mientras quede una gota de sangre aprovechable en los circuitos venosos y arteriales de la democracia. A los espectadores del circo nos queda el consuelo, después de pagar la entrada, de poner ajos en las puertas de nuestras casas, impedir que los gatos salgan a la calle, comprar un enorme crucifijo y rezar para que Belek no se le ocurra pasar por nuestro barrio, o quizás agenciarnos de una buena red para capturar al enano vampiro de una puñetera vez.
Los tratos con un no-muerto resultan poco recomendables para el ciudadano corriente.










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